En qué momento tuvimos que irnos a los extremos para asentar nuestra identidad o nuestra opinión? Por Pedro Galvan
Franquicia Awards of Happiness

No por gritar más o usar frases categóricas vamos a tener más razón, aunque sí que nos dará la ilusión y la fantasía de que “tenemos la verdad” y esa verdad provoca paz, aunque sea falsa.

En La Interpretación de las Culturas, Geertz nos exponía que los símbolos, la red de significados entrelazados y los rituales son necesarios para asentar nuestra identidad, pero para eso existía el tiempo y la durabilidad de las cosas y es Byung-Chul Han el que asevera que el tiempo se acorta para poder celebrar los rituales que los humanos hemos tenido para disfrutar de nuestra identidad. Antes el tiempo no iba tan deprisa, ahora nos empujan a consumir más.

Si mezclamos que el tiempo va así de rápido, la exacerbación de los extremos, que no sabemos si lo que leemos es verdad o mentira y mensajes como “la III guerra mundial es posible”, no parece que el 2024 vaya por muy buen camino.

También es cierto que depende de cada uno el saber filtrar las noticias ya que seguimos estando ahora mismo en la mejor etapa de la humanidad por muchos catastrofismos y apocalipsis diarios que nos presenten. ¿O querría el estimado lector o lectora, cambiar su situación actual por irse a Polonia en 1932? ¿1492 mejor, sin penicilina? ¿Épocas precolombinas? ¿París en 1789?

Desconozco si ese uso incesante y cansado de las palabras por parte de los medios conseguirán que de tanto mal usarlas pierdan su significado y ya no nos aflijan ni nos den miedo. Ejemplos como “la noticia que arrasa en las redes” “las redes explotan” “científicos han encontrado la cura de aquella enfermedad” conseguirán que la piel se nos convierta en metal y ya no le demos valor a las palabras que cualquiera puede malgastar. Debería haber un arancel por usar mal las palabras, aunque es cierto que las lenguas son seres en cambio. Cambio a lo mediocre también es posible.

Me preocupa que las palabras dejen de tener su significado por su mal uso porque si no tenemos palabras para poder transmitir, reflexionar o sentir ¿Qué nos quedará? ¿Rozarnos como los animales para expresar algún sentimiento?

Por último, volviendo al tema de las culturas e identidades, nos falta una variable que convierte el batido de veneno en algo explosivo: las tendencias de los generadores de contenido que se cuelan en los móviles.

Sin duda, los estadounidenses generan millones de segundos de contenido y eso infesta, afecta, corroe, molesta o complementa las culturas locales a través de los medios electrónicos. (Escoja el verbo mencionado anteriormente que mejor considere querido lector o lectora, que yo, ya no me atrevo)

Hace años consiguieron hacernos creer que los indios (ahora nativo americanos) eran los malos y los vaqueros los buenos, que los blancos eran los campeones y los de tez más oscura los segundones y nos fijaron en la mente el cuerpo ideal y la definición del éxito: el dinero.

Ante todo este revuelo nos quedan los hechos que si bien son fuente de discrepancia, al menos serán algo con lo que podemos defendernos y no simplemente palabras que por muy extremas que queramos que sean, al final serán solo palabras.

Sin duda, los hechos son los que nos marcarán nuestra cultura, nuestras ideas y nuestros sueños y no me cabe duda que para las empresas les supone el mismo esfuerzo: comunicar está bien, pero comunicar un hecho está mejor.